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Así que, en el verano de 2006, con los recuerdos de un semestre en Madrid hace un año todavía nítidos en la mente, encendí la tele de nuestro apartamento universitario y me dirigí a Univisión. No era aficionada del fútbol, pero quería ver este "juego bonito", tan querido en lo que ahora llamaba "mi otro país". Me gustaba escuchar los comentaristas en español, y los partidos me parecieron bastante interesantes (me encantan casi todos los deportes), pero no entendía mucho de lo pasó, salvo los goles. Perdí interés después de que perdieron los Estados Unidos y luego España, y no volví a pensar en el fútbol por varios años.
El verano de 2010 fue mi segundo verano como maestra del inglés para hablantes de otros idiomas, y yo buscaba un tema que nos podría guiar para el curso del verano. Sabía que la mayoría de mis estudiantes eran aficionados del fútbol, y pensé que la Copa del Mundo daría una sensación emocionante de solidaridad a estos jóvenes de diversos países.
Entonces busqué artículos y libros del fútbol, del Mundial, y de Sudáfrica. Mis estudiantes mejoraron sus habilidades de leer, escribir, escuchar, y hablar en inglés... y yo empecé a conocer el fútbol. Estudiábamos y aprendíamos. Marcábamos los resultados de los partidos en la pared, y siempre me alegré cuando ganaron los Estados Unidos o España. Después de clases, me apuré a casa para ver toda la programación de Univision mientras planeaba las actividades para el día siguiente.
España seguía ganando.
Las clases terminaron y ahora podía ver más partidos. ¡Y España seguía ganando!
Conocí a David Villa por sus goles (y por llevar mi número favorito) y a Iker por su magia al poste (y su sonrisa encantadora). Estos jóvenes de la Roja me parecían buena gente, con este compañerismo excepcional que se puede convertir un buen equipo en un equipo singular. (Ya conocía el poder de un equipo así, pero ésta es otra historia.)
Conocí a un pulpo pronóstico.
Al final, conocí a Iniesta por su gol inolvidable, por su camiseta en memoria de su compañero fallecido, y por el relato que contaron los comentaristas de su abuelo, mirando a su nieto por la tele en algún pueblito desconocido de España. (¡Y más tarde, por tener su cumpleaños cinco días después de lo mío, en el mismo año!)
Viví la celebración en vivo con los madrileños a través del Internet. Los campeones, mis campeones, festejando en las calles estrechas, mis calles queridas.
photo credit: Rachel E. Chapman via photopin cc |
Ahora, después de las derrotas recientes, lo que más recuerdo es la manera en que los jugadores, mis jugadores, seguían luchando. No se dieron por vencidos, ni en el último momento. Éste es lo que merece una estrella. Éste es lo que significa tener corazón de campeón.
Lo que más me siento cuando pienso en la Selección Española no es la tristeza, sino un latido fuerte de cariño. Recuerdo los goles, las sonrisas, los ojos chispeantes de 2010 y 2012. Recuerdo las manos agarrando las copas y los brazos abrazándose. Recuerdo este sentido de solidaridad, palpable aún a través de la tele. Y recuerdo el verano en que mi convertí en aficionada del fútbol.
Mi camisa favorita, comprada cuando viajé a Madrid en 2012. |
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